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jueves, 31 de julio de 2008

Evanescentes

Rober escucha \"Hasta el Amanecer\", de Vértigo



     Sigo avanzando con cautela, y cuidando cada paso, sobre esa fina cuerda que es el día día. Trato de mantener la vista siempre al frente, y sobre todo, lo más importante, procuro no mirar atrás. Me he precipitado ya varias veces hacia el caliginoso vacío, y sólo las palabras de quienes siempre se han preocupado por mí me han dado impulso para trepar y comenzar de nuevo a andar desde el extremo de la soga. No es fácil, y no es cierto aquello de que el dolor nos hace más fuertes: Cada escalada ha resultado más compleja que la anterior, hasta alcanzar extremos de un cansancio lacerante.
 
      Inerme ante las difusas voces que proceden de tiempos pasados, tras mi espalda, materializadas en vagas reminiscencias, busco enterrarlas entre toneladas de cajas rebosantes de olvido evitando echar hacia atrás la mirada y jugar así con la posibilidad de perder, una vez más, el equilibrio. Guardo y guardaré siempre todo aquello que, en lo pretérito, dotó de la tensión suficiente a esta débil cuerda como para hacerme sentir vivo. Todo eso lo conservaré siempre porque existen recuerdos que no hay que quemar, y confío en haber logrado crear alguno de ellos que esté conservado al menos en el fondo del baúl de tu presente y tu pasado.


      Pero, flirteando casi con un egoísmo vanal, aún resta bastante trecho de cuerda por recorrer y no encuentro motivo alguno para detenerme, más aún ateniéndome a un pasado en que en un bando apenás hubo decisión, poca paciencia y nula espera.

      Queda un buen tramo de cuerda sobre la que caminar, quizá otros caminos que puedan converger en mi avanzar. Y, aunque mi semblante, sereno en exceso, rara vez se suavice para construir una sonrisa, no quiero que las pocas que puedan surgir se tornen evanescentes, sugestionadas por un pasado al que es peligroso mirar a la cara.

martes, 29 de julio de 2008

La autoestopista (Adaptación de una Leyenda Urbana)

            La lluvia golpeaba con cierta fuerza los cristales de la cabina, como tantas otras noches. El viejo motor emitía copiosos quejidos con una frecuencia preocupante. No obstante, no le di importancia. De hecho, por un lado deseaba que dejase de funcionar. Llevaba años solicitando un vehículo nuevo, más moderno y más fiable que de el que disponía. Como es de suponer, mis peticiones no habían sido escuchadas. Quizá si aquella noche el trasto me dejaba tirado, me harían más caso. Pero tampoco era aquella una noche que invitase a pasar varias horas esperando a que una grúa se adentrase en aquellas recónditas carreteras. Llegué a la conclusión de que las cosas estaban bien como estaban.


 


Un frío cortante acariciaba mi rostro tras entrar por la ventanilla abierta. Un cigarrillo terminaba de consumirse en mi zurda, que colgaba hacia el exterior por el hueco de la ventanilla abierta. Me encontraba despejado. Acababa de parar a tomarme un café en un local de las afueras al que solía acudir con cierta frecuencia. No obstante, a duras penas lograba mantener toda mi atención en la carretera. El aburrimiento comenzaba a apoderarse de mí. Bostecé, más por ello que porque necesitase realmente un descanso, y conecté la radio. Recorrí el dial durante algunos segundos hasta dar con algo de música rock. No me resultaba sencillo encontrar una emisora que realmente me agradase, pues la mayoría de ellas solían reservar aquellos minutos posteriores a la media noche para programas deportivos, un tema que no me interesaba en exceso.


 


Entré en una larga recta con el camión y aproveché para mirar al cielo. La luna apenas se dejaba ver. Un denso banco de niebla que afectaba también a mi visibilidad parecía estar empeñado en ocultarla. El viento provocaba una danza, casi sensual, en las numerosas hojas y ramas que poblaban los márgenes de la carretera. La superficie de la misma estaba ahora cubierta por un fino manto de relente que la hacía un tanto deslizante y suponía un serio peligro para una conducción agresiva. Sin embargo, por aquel lugar no solía haber mucha afluencia de vehículos, y menos en aquella época del año, por lo que el peligro era más bien relativo. Todo transcurría con absoluta normalidad cuando, justo a la salida de una curva, los potentes focos de mi camión dejaron ver una figura femenina en el arcén. Cuando vio que me acercaba, alzó su diestra con el pulgar hacia arriba. Parecía una chica joven. No llevaba mochila o equipaje alguno. Me extrañó verla en aquel lugar. No acostumbraba a encontrarme a mucha gente por allí. Detuve el vehículo. Acostumbraba a recoger frecuentemente a muchos autostopistas. A mi no me costaba nada llevarlos y ellos eran, por lo general, muy agradecidos. Además, quizá pudiese darme un poco de conversación, lo cual me hacía gran falta pues los bostezos eran cada vez más continuos.


 


            La muchacha agradeció tímidamente mi gesto nada más subir al camión. Era delgada, de tez pálida, cabellos marrones y rostro alargado. No calculé que tuviese más de veinte años. Le pregunté adónde iba y me pidió que la dejase en Alemonte, un pequeño pueblo que se encontraba a unos diez kilómetros al este de donde nos encontrábamos. Le hice numerosas preguntas durante el trayecto. Ella contestaba siempre de forma fría y muy escueta, sin mirarme a la cara. Mantenía su enigmática mirada en la carretera, sin inmutarse. Yo la miraba cada poco. Gozaba de una belleza extraña, camuflada en un aspecto desaliñado, como si llevase varios días sin asearse. No pude sonsacarle demasiada información porque el trayecto no fue excesivamente largo. Solo recuerdo que me dijo que no tenía familia, que vivía con su novio. Creo que también mencionó que trabajaba como cajera en un supermercado.


 


            Llegó un momento en el que nos adentramos en un tramo boscoso, mucho más oscuro lógicamente que el resto del recorrido. El suelo estaba mucho más húmedo y el vehículo parecía resistirse a cumplir mis órdenes en cada viraje. Las curvas eran cerradas, habiendo casi detener el vehículo para poder afrontarlas con éxito. La densa niebla parecía haberse disipado y la luna volvía a estar visible presidiendo el cielo. Giré el volante a mi izquierda para completar una compleja maniobra y me encontré ante una recta bastante prolongada. Aceleré hasta cambiar de marcha.


 


                  -Cuidado. – Susurró ella con un tono serio y de cierta intranquilidad, aunque sin realizar ningún movimiento que hiciese apreciar algún resquicio de ansiedad.


                  -Tranquila mujer... No pasa nada... Conozco bien...


                  -Ten cuidado. – Reiteró.


                  -He pasado por aquí muchas veces. No nos pasará nada, créeme. –Insistí sin abandonar la atención que tenía puesta en la carretera. Ella se mantuvo en silencio entonces durante unos segundos, hasta que una nueva curva se hizo visible.


                  -Ten cuidado... – Dijo elevando un brazo y señalando al frente. – porque en esa curva me maté yo.


           


            Pisé súbitamente el freno y las ruedas chillaron sobre el asfalto húmedo. El camión quedó atravesado entre los dos carriles. Giré mi cabeza con el semblante desencajado. A mi derecha no había ya nadie. 

Nueva autora

La usuaria Arantxa García (aran90) es desde hoy nueva autora en este blog. Como tal, puede publicar cualquier tipo de entrada del contenido que lo crea pertinente, y solicitar al administrador nuevas categorías en las que sus textos puedan encajar mejor, así como cualquier circunstancia que crea pertinente.

¡Bienvenida al blog y muchas gracias por participar!

domingo, 27 de julio de 2008

Prólogo

            Los comienzos siempre son difíciles, en todos los ámbitos. Existen personas que consiguen adaptarse mejor a los cambios, y otras que encontramos más dificultades en hacerlo. Para nosotros los comienzos resultan aún más complejos.


 


            Lo cierto es que llevo bastante tiempo intentando crear un espacio así: un rincón, una especie de diario que no va a ser tal, puesto que será enriquecido de contenidos sólo cuando dos poderosos factores se alíen, permitiéndomelo: el tiempo (de por sí escaso) y la iniciativa (demasiado irregular en mi caso) Pero tampoco he pretendido generarme una obligación con su creación. Creo que sin duda la base de cualquier blog son las palabras, más escogidas o menos, más estilizadas o más cotidianas, y no tiene sentido fijarse un objetivo en cuanto a su cuantía o frecuencia.


 


            Soy una persona extremadamente tímida y reservada, incluso con las personas que concibo como más cercanas. Puede decirse que soy un “hombre de pocas palabras”, quizá porque evito lo trivial, o quizá (seguramente) porque simplemente ésta es mi naturaleza.


 


Posiblemente, frente a un papel, sea más elocuente. Desde crío adquirí el fantástico hábito de la lectura y jamás lo abandoné salvo en los períodos excepcionales y puntuales que cualquier estudiante conoce. Cuando obtuve ciertas bases, comencé a crear, con el desorden y la ingenuidad propia de un principiante. Los comienzos siempre son difíciles, en todos los ámbitos. Pero la perseverancia pudo más, y hoy en día escribir es otro hábito que me enorgullezco de mantener.


 


Del mismo modo que  no soy un hombre de abierto trato, tampoco soy un escritor prolífico. Soy un fabricante de frases ocasional, puesto que solamente cuando doy con algo que contar, lo hago. Las palabras forzadas son sólo trazos tan vacíos como el alma de cualquier brutal asesino (salvando, siempre, las distancias)


 


A partir de los próximos días, y con variable frecuencia, traeré a este rincón no sólo mis puntuales reflexiones, sino también algunas de las historias que en mi mente se han ido fraguando durante todo este tiempo, y aún se siguen generando, y a las que he querido dar salida en forma de relatos. Deseo que al lector le atrapen del mismo modo que al autor le hechiza el propio argumento hasta que lo ve consumado. Del mismo modo, varios autores amigos colaborarán ocasionalmente en este blog.


 


Ciertas noticias y demás contenidos tendrán cabida además en este pequeño rincón cuya puerta se encuentra entreabierta para aquel que tenga a bien echar un vistazo. Bienvenidos al Desván de las Palabras.