- Ante todo, Raúl, quiero pedirte que intentes estar tranquilo. – La voz femenina tenía el timbre y la calidez propicias para tranquilizarle, eso había que reconocerlo, pero en aquella situación no lo consiguieron, y Raúl pensó que no era extraño.
- Es complicado, ¿sabe? No todos los días intentan acusarle a uno de algo. – Espetó sin pensar demasiado en las consecuencias. Menos si es un policía, y menos si es de asesinato, pensó, pero ésta vez fue capaz de quedarse para sí sus palabras.
- Nadie te está acusando de nada, Raúl. Sólo tratamos de descartar hipótesis posibles. Por eso queremos que nos ayudes.
- Ya – Replicó sin demasiada convicción, y se arrellanó en el incómodo asiento.