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sábado, 30 de abril de 2011

"La Dama Azul" (Javier Sierra)


Carlos Albert es un periodista de investigación que trabaja para una prestigiosa revista del ámbito del misterio. En plena investigación, junto con su compañero Txema Jiménez, se verá absorbido por otra historia que le hará replantearse sus futuros pasos.

Y es que un cúmulo casi imposible de circunstancias le impulsará a interesarse por el tema de las bilocaciones. En particular, por el caso de Sor María Jesús de Ágreda, una monja soriana que, según las crónicas, predicó la fe cristiana entre los indios del sur de Estados Unidos, allá por el siglo XVII, sin salir jamás del monasterio de Ágreda al que dedicó su vida.

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Al mismo tiempo, en pleno corazón de Italia, el padre Giuseppe Baldi se ve amonestado por la Santa Sede tras unas declaraciones efectuadas meses antes al propio Carlos, en las que hablaba de la cronovisión, un extraño proyecto en el que la Iglesia se había embarcado de la mano de EEUU. Mediante el mismo, se buscaban obtener imágenes del pasado. Pero todo resulta ir mucho más allá.

A miles de kilómetros de distancia, en California, Jennifer Narody acude a la consulta de su psiquiatra. Ha comenzado a experimentar unos extraños sueños en los que se ve rodeada de indios. En ellos, varias tribus presencian la aparición de una extraña joven que siempre se muestra envuelta en un potente resplandor azul. ¿De dónde vienen esos sueños?


Trepidante es el adjetivo que parece impregnar cada página de “La Dama Azul”, de Javier Sierra. Una novela de ágil lectura que parece demostrar, capítulo tras capítulo, que las casualidades están lejos de existir. Todo sucede a causa de algo, aunque no siempre podamos averiguar ese algo.

Javier parece escoger los personajes óptimos para su historia: cada uno esconde una parte de la trama que no se narra, pero que es indispensable conocer para comprenderla en su totalidad. Después, como si se tratase de piezas de ajedrez, los va distribuyendo en el lugar idóneo de la historia. Y así, cada uno participa en su medida en la jugada que “La Dama Azul” nos va ofreciendo capítulo tras capítulo.

martes, 26 de abril de 2011

Atardecer


Atardecer. Esa explosión cálida de colores que da la bienvenida a la Luna. Como si fuese un foco, luminoso, que la hiciese destacar cada vez que entra en escena.
Desde la distancia, mirar al cielo se asemeja a observar la inmensa paleta de un artista al que nadie ve. Cuando la noche ya acecha, nos muestra su gama de rojos, púrpuras y naranjas. Cada día es distinta, con tonos más difusos o más potentes. A veces pienso que ese pintor invisible trabaja durante la noche para sorprendernos, al día siguiente, con sus colores.

Atardece en un lugar especial. Porque, como cualquier obra, nos transmitirá algo distinto dependiendo del cristal tras el que la contemplemos. No hace falta demasiado: el incómodo asiento trasero de un autobús puede ser un lugar privilegiado para vernos absorbidos por el cielo. Pero hoy he preferido un lugar especial, ¿quién no tiene alguno? Ese rincón, paraje, que para mí ha adquirido un significado, una Razón. Eso que lo vincula, de algún modo, a alguna parte de ese fino hilo en el que nos mecemos en la vida.

miércoles, 13 de abril de 2011

Vostok: enigmas bajo el hielo


Si algo parece haber obsesionado al ser humano desde siempre es lo desconocido. La Historia nos dice que, desde que se tiene constancia, nuestra especie se ha lanzado a la investigación de lo que no comprendía o no conocía. Desde el más arcaico nomadismo hasta las modernas expediciones, siempre hemos querido conocer más acerca del planeta que habitamos. Y casi siempre nos hemos llevado grandes sorpresas.
Hoy en día, sumidos en la era del progreso científico, nuestras miras parecen haberse fijado en objetivos más lejanos. La Tierra parece habérsenos quedado pequeña muy pronto y ahora es el Cosmos el que parece saciar esa innata curiosidad. Y  no dejamos de mirar al cielo a sabiendas de que, en lo infinito, siempre encontraremos con qué alimentarla.
Porque parece imposible que, en pleno siglo XXI, algo se nos haya pasado por alto. Tras tantos avances tecnológicos y tanto capital invertido, ¿es posible que exista aún algún rincón en nuestro planeta desconocido, al que ni siquiera hoy en día podemos acceder? La respuesta está muy al Sur, en pleno corazón del Continente Perdido.