“…noches y noches sin
dormir,
siempre tuvimos los
días contados…”
(Despistaos)
¿Siempre que duermes tienes ese aspecto?
Ahora que te observo con calma, me parece que has
rejuvenecido varios años. Sólo la trémula luz artificial de una farola próxima
se atreve a traspasar la ventana para iluminar tu rostro. La leve luz
blanquecina lo convierte en algo cándido, y tus facciones han adquirido el
aspecto de la porcelana.
El silencio me hace comprender lo avanzado de la madrugada,
pero sigo negándome a distinguir los números brillantes del despertador. Eso
sería comenzar a contar las horas, los minutos, los segundos que nos quedan, y
yo siempre fui de letras.
Así que en lugar de ello me quedo observándote, hechizado por
el silencio, por la oscuridad de la noche y por la armonía que es tu
respiración. Deseando que el sol se quede dormido o que, cuando salga, lo haga
con tal fuerza que nos funda y nos una sin remedio.